domingo, 17 de abril de 2011

Relato corto por Aertes; Duelo sin declaración

Hace algun tiempo, cuando los Eldar Oscuros acababan de salir, un amigo mio colgó en el foro de Estalia (mi tienda habitual en Córdoba) un impresionante relato corto, digno de un codex Marines Espaciales. En él continua la historia del capítulo de los Caminantes del Infierno, el capítulo inventado por el y que puede presumir de poseer mas transfondo y mas imaginativo que muchos de los capitulos de Marines Espaciales oficiales. Subrayo que este relato no es mio, sino que me gustó tantisimo que quiero darlo a conocer mas abiertamente.

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Los vehículos de los eldars oscuros ululaban horripilantemente. Sus motores emitían quejidos agudos, proclamando el destino que aguardaba a sus víctimas por todo el valle. Sus estilizados cascos maniobraban entre los árboles, navegando grácilmente por el aire como hojas arrastradas por la corriente de un río mientras sus pasajeros emitían gritos de guerra de lo más variopinto.

- ¡Calculad y reaccionad, marines espaciales! –tronó el veterano Megtus.

Había transcurrido un año desde que la sagrada inquisición declarara hereje a parte del capítulo de los Caminantes del Infierno. Durante las hostilidades de la cruzada Andria la facción extremista de la inquisición llamada la Guardia Oculta recurrió a unos insospechados contactos con el imperio Tau para solicitar ayuda contra el asolador avance de los orkos. La alianza entre taus y Caminantes del Infierno obtuvo una victoria aplastante que fue recompensada con acusaciones de herejía y traición. El señor del capítulo Gaudos Cain, quien comandaba la campaña, estaba entre los acusados pero no tomó represalias contra la inquisición. En lugar de ello ordenó a su guardia de honor y a todos aquellos que no habían sido acusados de vuelta a su mundo hogar para elegir a un nuevo señor del capítulo. Cain y aquellos que permanecieron a su lado habían navegando por la franja este desde entonces en un solitario crucero de aasalto, sin escoltas, respondiendo a toda señal de auxilio y continuando su deber como protectores del Imperio.

Allí, en ese momento, los Caminantes del Infierno seguían dispuestos a combatir.

Las colonias mineras de Laocustus III habían enviado multitud de solicitudes de socorro en el último año. Una partida de piratas eldars oscuros había atacado docenas de asentamientos y capturado a más de diez mil hombres según los informes. Las minas eran un refugio subterráneo excelente para los trabajadores, pero las entradas a las minas eran tomadas una y otra vez, y cada vez que ocurría miles de humanos eran hechos esclavos o quedaban atrapados en derrumbes provocados por ellos mismos con tal de no caer en las garras de los eldars oscuros.

Los alienígenas habían elegido muy bien el momento de su campaña de saqueo y secuestro. La guardia imperial del sector estaba enzarzada en una guerra abierta contra tropas insurgentes y adoradores del Caos. De seguir con sus ataques, pronto las minas no podrían suministrar materia prima a las forjas y fábricas de munición de Laocustus Prime y la guardia imperial caería ante el avance de los traidores. Pese al mal que el Imperio había infligido a su capítulo, Gaudos Cain no pensaba permitir una derrota tan ignominiosa.

El crucero de ataque desde el que operaba Cain disponía de menos de media docena de thunderhawks en sus hangares, de modo que los Caminantes exiliados sólo desplegaban uno en cada acción. Habían desembarcado justo a la entrada de una de las minas, en la ladera de una montaña a cuya sombra se extendía un exuberante valle verde. Los trabajadores, completamente ajenos a su condición de proscrito, recibieron con gran júbilo la llegada de un señor de capítulo de los marines espaciales y sus tropas, más aún cuando Cain les organizó en grupos de resistencia alrededor de la entrada de la excavación y les dio instrucciones de replegarse al interior si la situación se torcía. Los marines espaciales no esperarían a los eldars oscuros, sino que saldrían a su encuentro.

A los eldars oscuros parecía haberles sorprendido la presencia de marines espaciales en aquel recóndito lugar. Esperaban que, de llegar alguna ayuda imperial, ésta se dirigiera a auxiliar a la guardia imperial en Laocustus Prime y no a salvar a un puñado de mineros perdidos entre las cadenas montañosas del tercer planeta del sistema. Para unos combatientes habituados a ser quienes daban las sorpresas, aquello fue un mal comienzo.

Rodeado por su escuadra de mando y con su escudo de tormenta cubriéndole casi por completo, Cain rugía órdenes en el duro idioma de Aralu, el mundo hogar de su capítulo que nunca volvería a ver. El veterano Megtus transmitía dichas órdenes a las distintas escuadras, siempre matizándolas con su estilo personal. Las armaduras rojas y negras de los Caminantes les hacían destacar entre la vegetación verde como colosos ensangrentados. Al principio los eldars oscuros habían encontrado muy divertido que los marines delataran sus posiciones tan abiertamente. Dos días de combates después, cuando algunos eldars oscuros empezaron a negarse a avanzar hacia donde tanto destacaban esos colores, sus ladinos oficiales empezaron a comprender el porqué.

- ¡Aquí vienen! –tronó Megtus-. ¡Fuego a discreción!.

El fuego de bólter de nueve marines espaciales descargó desde la derecha de la escuadra de mando como una tormenta. El ligero transporte gravítico sufrió varias explosiones en su casco al ser alcanzado por los proyectiles y su tripulación y pasajeros empezaron a abandonarlo entre gritos más de desprecio que de miedo. El décimo marine de la escuadra se levantó de su posición con un tubo lanzamisiles al hombro y puso fin al grácil vuelo de la nave con una explosión ensordecedora.

- ¡Avanzad! –ordenó Megtus- ¡Fuego y movimiento, marines espaciales!.

El propio Gaudos Cain avanzó como en respuesta a la orden. Cuando Cain estaba al mando nunca daba impresión de estarlo realmente, siempre silencioso y sombrío. Los eldars oscuros se reorganizaron junto a los restos humeantes de su transporte y empezaron a disparar a cubierto tras los árboles. La unidad táctica junto a Megtus avanzaba disparando sus bólters desde la cadera mientras el artillero recargaba su lanzamisiles siguiendo el paso de sus hermanos. Desde la izquierda llegaban las detonaciones de otro tiroteo algo más lejano. Todo el valle era un enorme campo de batalla, una zona de exterminio de la que sólo una raza saldría por su propio pie.

Un proyectil cristalino rebotó contra el escudo de Cain, rechazado por su campo de energía antes siquiera de tocar el metal. Las armas de los eldars oscuros provocaban heridas horriblemente dolorosas con su munición envenenada, pero de poco servían contra la servoarmadura marine. Cuando el señor del capítulo alzó su formidable martillo de trueno, Imperator, el veterano Megtus supo qué orden dar.

- ¡Al combate, Caminantes del Infierno! ¡Cargad!.

El propio bosque pareció temblar estremecido con cada paso de Gaudos Cain. Avanzaba barriendo la vegetación con su escudo como si fuera la pala excavadora de un tanque mientras los cinco marines de su guardia de honor intentaban mantenerse a su altura. Los eldars oscuros le reconocieron y empezaron a gritar las dos mismas palabras que siempre gritaban cuando le veían. Al parecer Cain se había ganado un sobrenombre entre sus enemigos.

El veterano Segokai asestó el primer golpe con su espada de energía cogida del revés, al estilo de los guerreros de Aralu de los que tanto él como Cain procedían. Megtus disparó su pistola bólter a quemarropa y descargó después su puño de combate contra un escurridizo alienígena que evitó el golpe sólo para entrar en el alcance de Cain. El primer golpe del señor del capítulo derribó al eldar oscuro al golpearle en el hombro desde arriba, dejándolo inerte en el suelo retorcido de forma extraña. Su segundo golpe trazó un arco barriendo a dos enemigos más del suelo, enviándolos a varios metros de distancia con los cuerpos destrozados. Entonces, unos gritos de guerra distintos, llenos de júbilo infantil a la vez que cruel, llegaron desde lo alto.

Rodeando los troncos de los altos árboles, un nuevo grupo de alienígenas se precipitó sobre Cain y la escuadra de mando montados sobre máquinas voladoras en forma de murciélago. Armados con lanzas y alabardas atacaron desde arriba entre risas e insultos en su idioma. Uno de los marines veteranos recibió una lanzada en el cuello que penetró hasta su caja torácica. Sólo brotó de su garganta un gruñido furibundo, agarrando el asta del arma para romperla y de paso derribar a su atacante de su planeador. La afilada hoja aún sobresalía del lado de su cuello cuando el marine se disponía a descargar su espada sierra sobre el alienígena, pero otro de ellos le atacó por la espalda haciendo rebotar su alabarda contra el casco y dejándole una mella sangrante en la sien. El veterano se desplomó entonces, quizá aturdido, quizá muerto, para los eldars oscuros tanto daba.

El planeador descendió hasta el suelo a la espera de su jinete, pero quedó aplastado bajo la bota de Megtus al tiempo que éste abría en canal al alienígena con su puño de combate. Cain alzó el escudo para protegerse de los ataques aéreos y descargó sus golpes contra la parte baja de los planeadores, haciendo estallar dos de ellos y arrancando las piernas de sus jinetes. Justo cuando se disponía a asestar un tercer golpe, su brazo quedó enredado en una cadena espinosa que uno de ellos usaba a modo de látigo. Los eldars oscuros emprendieron entonces una repentina huida arrastrando al señor del capítulo con ellos.

- ¡Señor Cain! –gritó Segokai preso de la rabia al verlos desaparecer entre la maleza.

Cain rugió sacudiendo el brazo, intentando liberarse. Su peso impedía al eldar oscuro elevarse de modo que estaba siendo arrastrado por el suelo de la selva a gran velocidad mientras el resto de la jauría le atacaba. Por suerte el brazo del escudo era el que tenía libre de modo que podía defenderse, pero su martillo estaba trabado por el lazo metálico cuando podría haber roto la cadena de un golpe. Su espalda chocó contra una piedra y su cuerpo se elevó en consecuencia, golpeándose contra el suelo de forma tal que habría quebrado los huesos de cualquier hombre corriente. El captor giró de pronto, trazando una curva que llevó a Cain a estrellarse contra un árbol antes de seguir con su penosa carrera, pero el gran cuerpo del marine no se frenó por el choque y arrancó el árbol de raíz, desequilibrando al eldar oscuro y haciéndole caer de su montura. En esos segundos cruciales, Cain logró liberarse y acometer con ira incontenida contra el alienígena, que huyó a tiempo de evitar compartir la suerte de su planeador aplastado bajo el martillo de Cain.

Los otros atacantes voladores le atosigaron enseguida con sus armas desde más arriba que su anterior ataque, manteniéndose fuera de su alcance.

- Ya habéis hecho vuestra parte –dijo entonces una voz femenina- volved a por el resto de humanos. El monstruo rojo es mío.

Cain gruñó frustrado al ver a los planeadores alejarse y a su líder, ahora privado de su máquina, correr tras ellos.

- Habíamos tenido muy buena temporada de caza en este lugar hasta que tú y tus agoreros llegasteis –prosiguió la eldar oscura ahora a la vista-. Los marines espaciales siempre van a donde la guardia imperial les llora, por eso estábamos muy seguros de que si veníais a este sistema acudiríais corriendo en su auxilio. Pero no, aquí estáis, en un planeta olvidado acabando con nuestra diversión.

Cain no entendía el idioma eldar. Miró alrededor con el escudo orientado hacia ella pero no vio a otros atacantes. Si aquello era una emboscada, una trampa preparada para apartarle de sus hermanos y asesinarle, aquella mujer parecía ser la que supuestamente le daría muerte.

- Gaudos Cain –dijo ella agazapándose sobre la prominente raíz de un árbol. Cain la oyó pronunciar su nombre y la miró a los ojos-. Así te llaman tus hombres, los he oído. Nosotros te llamamos “monstruo rojo”. Te vi aplastar a un Talos hace dos días a golpes de esa arma tuya. Fue… impresionante.

La eldar se mordió el labio inferior en un gesto completamente desconocido para Cain, pero éste no dio pie a más charlatanería. Con un ronco rugido, cargó contra la figura acuclillada y dio un salto completamente inesperado por su potencia y altura. Propulsado por sus potentes piernas, Cain se elevó más de un metro del suelo y descargó un golpe de su martillo destrozando la raíz en la que había estado al eldar un instante antes. Tras rodar por el suelo en una ágil esquiva, la alienígena se levantó y sacudió la cabeza hacia atrás para apartar su larga cabellera llena de broches en forma de garfio y una insolente sonrisa.

Cain volvió a atacar, pero sus movimientos parecían tan lentos y torpes como letales habían demostrado ser unos minutos antes. La mujer, cuya armadura era tan escasa que dejaba al descubierto el vientre y parte de las piernas, se movía con una rapidez endiablada. Se retorcía en toda una demostración de flexibilidad para esquivar el paso del martillo hasta que desenvainó una pareja de estilizadas espadas. Si veloz se había mostrado en la defensa, en el ataque era casi imposible de seguir con la vista incluso para un marine espacial. Cain se protegía con su escudo y lanzaba potentes contragolpes destinados a romper la iniciativa de la bruja, que reía con aire encantador y depravado al mismo tiempo.

Tras detener Cain una de las espadas, la eldar le pinchó en la junta del codo con la otra. Rugiendo como una bestia, el marine empujó con el escudo para desestabilizarla. Su oponente giró sobre sí misma desplazándose a un lado para esquivar la carga y le propinó un tajo en la corva. Cain giró entonces hacia ella con un imponente barrido de su martillo que partió por la mitad el duro tronco de otro de aquellos árboles grises, pasando justo por encima del cuerpo arqueado de la bruja. Antes de poder reaccionar, sintió una de las espadas atravesando el blindaje de su costado, más flexible y vulnerable, y entrando en su caja torácica. La bruja se apartó de inmediato, dejándole la espada clavada en el costado.

- Eres mucho más interesante de lo que esperaba –dijo ella lánguidamente.

Al arrancarse la hoja de la caja torácica Cain sintió sus tejidos desgarrarse por su cruel forma aserrada. La bruja recogió entonces un arma en forma de tridente clavada en el suelo cerca de donde había estado esperándole y la hizo girar con una sola mano en alto, volviéndose hacia él con un gracioso giro del cuerpo y, de nuevo, el labio inferior apresado entre los dientes.

La sangre brotaba de la herida del costado como si fuera su propia carne. Cain sentía uno de sus pulmones dañado, lo sabía por la falta de resuello que le asaltó y que activó de forma inconsciente el funcionamiento de su tercer pulmón, pero aun así se sabía herido de severidad y la eldar lo empezó a aprovechar atacándole a largas lanzadas de su tridente. Intercalaba ataques altos y bajos, obligándole a mantener el escudo en movimiento con intención de mermar más aún sus fuerzas y hacerle sentir más aún sus heridas. Para sorpresa de Cain, sintió dolor también en una axila y una corva que no recordaba que hubieran sido alcanzadas por la eldar, pero la sangre que se vertía dentro y fuera de su armadura no dejaba lugar a dudas: la eldar le había herido sin siquiera haberse dado cuenta.

- Es una verdadera pena que todos los combates deban acabar. Me gustaría tanto prolongar este momento...

Tras sus palabras, incomprensibles, Cain vio que la eldar le guiñaba un ojo en actitud sensual. El siguiente golpe del tridente fue dirigido a su vientre cuando su defensa estaba alta. Cain bajó de golpe el escudo, aprisionando el arma eldar contra el suelo y rompiéndola inmediatamente de un golpe de martillo, delatando que estaba mucho menos debilitado de lo que la eldar se había imaginado. El rostro de sorpresa de la bruja se contrajo en una expresión de rabia cuando su supuesta presa la obligó a agacharse para evitar otro de esos demoledores golpes que aún no la habían tocado ni una vez. Su cabello repleto de garfios y espinas metálicas se enredó con el brazo del marine al pasar éste sobre su cabeza y lo aprovechó para inmovilizarle el arma y acuchillarle en el cuello con un sonoro grito. Cain asestó entonces un cabezazo a la eldar y luego la golpeó con el escudo, lanzándola contra el bosque.

La bruja rodó entre la maleza hecha una bola y terminó su aparentemente aparatosa caída brincando sorbe las manos para volver a estar en cuchillas. Al ver que varios mechones de su cabello aún colgaban de los ganchos anclados al antebrazo de Cain, se llevó la mano a la melena y le gritó más fuertemente aún. En ese momento un aullido lastimero empezó a oírse por todo el bosque. Cain ignoraba su procedencia pero la bruja lo reconoció como una señal de retirada de los suyos.

- ¡No! –se quejó, reacia a dejar el combate mientras su oponente aún vivía-. ¡Nadie ha conseguido nunca una prueba de haberme herido, humano! ¡Juro que no vivirás para presumir de seguir con vida tras un encuentro conmigo!.

Tras unas palabras llenas de odio la bruja echó a correr por el bosque. Cain habría sido incapaz de seguirla en plenitud de facultades. Permaneció unos momentos en pie, inmóvil, sintiendo cada herida que había sufrido. Se fijó en la media docena de abalorios espinosos que se habían incrustado en las juntas de su antebrazo con mechones aún colgando de ellos. Sus hombres no tardaron en encontrarle caminando hacia el punto de reunión. El apotecario Anphadias le atendió de inmediato y Megtus le puso al corriente del curso de la batalla mientras el señor del capítulo se retiraba uno tras otro aquellos garfios. Una vez los hubo retirado todos, los aplastó en su puño.

1 comentario:

  1. El relato esta genial, a ver si tu amigo sigue escribiendo y nos deleita con mas historias XD

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