El Jerarca quedó tendido en el campo de batalla, esperando a la muerte inmóvil mientras los aplausos seguían resonando en su cabeza. El sonido de los destructores sónicos se fué apagando lentamente, asi como el de los enloquecidos gritos de los adoradores del caos y los burdos y estridentes sonidos de los predators disparando sus láseres... pero la muerte no llegaba. El dolor remitía poco a poco y tras unos instantes perdió la noción del tiempo. Podrian haber pasado escasos segundos, o varios dias hasta que por fin abrió los ojos. Lo que vió lo dejó petrificado. Ya no estaba en la sucia superficie de aquel planeta imperial bajo asedio, ni el cielo era de tonalidades rojizas. No poseia su armadura de combate, ni rastro alguna de arma. En cambio, se encontraba en un templo cuyo techo era tan alto que su vista no alcanzaba a verlo. Fuegos fatuos de un color azulado prenian en el aire, moviendose lentamente. El templo era de un marmol blanco, inmaculado.
El Jerarca se incorporó suavemente, intentando pensar con claridad. Palpó su cuerpo, vestido con un material que no habia visto antes. Una túnica de anchas mangas, blanca, pero con sus ribetes negros. Se levantó totalmente y miró a su alrededor. La estancia estaba, a simple vista, desierta. Pero entre las sombras se distinguía una figura. Por la gran claridad que le cegaba, ni siquiera sus ojos adaptados a la oscuridad de Commorragh conseguían identificar al extraño. Podia ver numerorsos cuernos salir de su cabeza, y en la oscuridad brillaban tres ojos, que lo miraban directamente. El jerarca miró a su alrededor en busca de un arma, pero no había absolutamente nada en esta austera estancia exceptuando las azuladas llamas que iban y venían entre las columnas del templo.
-¿Quién hay ahí?-preguntó con voz desafiante-¿Donde estoy? ¿Que me has hecho?
Una carcajada resonó, acompañada de un movimiento de cabeza de la grotesca criatura, mientras empezaba a avanzar hacia él desde las sombras.
Su figura iba cambiando conforme salia de su escondite. En aquellos sitios donde ya se le veia completamente, parecia a todos los efectos un Eldar normal y corriente, sin embargo, la silueta de la parte de su cuerpo que se veía en sombras era monstruosa. Esta metamorfosis tuvo lugar junto con un cambio del tono y el timbre de su voz. Inicialmente, cuando el extraño habló. Mas que una voz parecian 100 hablando al mismo tiempo, sin embargo, cuando emergió, su voz era calma y serena, con un tono de voz casi musical. Sus rasgos eran un estandarte de la perfección en todos los sentidos, y lo único que lo diferenciaba de un Eldar normal eran sus dos ojos, negros como el tizón en comparación con su pálida piel. Su cabello también era negro, y estaba recogido pulcramente en una coleta. No presentaba ningún tipo de ornamento, sino una túnica muy parecida a la que llevaba el propio Jerarca, salvo que en ella había muchos mas motivos de hilo negro. En aquel lugar parecia que la escala de grises había sido borrada de la existencia. Todo era o blanco, o negro. De hecho lo único que tenia color eran los pequeños fuegos azulados que iluminaban la sala de un modo casi deslumbrante.
-Claevian Serindë- dijo el ente con una sonrisa en las labios. El Jerarca se sorprendió de oir su nombre. De hecho, este nimio detalle le sorprendió mas que su propia estancia en este misterioso lugar. Ese nombre no habia sido proncinciado desde hacia mas de mil años, cuando habia ascendido al puesto de Jerarca, y habia sido olvidado hacia mucho tiempo. Claevian abrió la boca para replicar furiosamente, pero el extraño alzó un dedo y el sonido no brotó de sus labios. Como si no se le estuviese permitido hablar en ese momento.
-Tus preguntas obtendrán su respuesta, Jerarca. Pero ahora mismo necesito comprobar mis sospechas. Aunque hasta ahora no me he equivocado.
El ente se acecó aun mas al Jerarca, y juntando sus manos ante él dijo:
-Dime. ¿Que pensabas mientras veias a tus compañeros morir a manos de... bueno... - el interrogador hizo una pequeña pausa, en la que se permitió mirar ligeramente al suelo y a sus manos cruzadas para, un segundo despues volver a mirar al Jerarca a los ojos. - Esos miserables seguidores de Slaanesh?
El Jerarca reflexionó un segundo, recordando los acontecimientos que, para él, acontecieron hacía eones
-Rabia - Contestó- Frustración. Dolor... recuerdo pensar que daría cualquier cosa por hacerles probar su propia sangre.
-¡¡Efectivamente!! - Dijo la figura blanquinegra con júbilo mientras andaba en torno a él a una cierta distancia. - Y eso es precisamente de lo que quiero hablar. Con un gesto de su mano, el desconocido hico aparecer un par de butacones enmedio del templo, de un confortable terciopelo blanco, con sus ribetes totalmente negros y se sentó cómodamente. ¡Adelante! ¡siéntate! Se que no eres un hombre de negocios, Jerarca Claevian Serindë, eres un hombre de guerra y sangre. ¡Y por tanto de eso debemos hablar! Verás, hace... -El desconocido sonrió entre dientes -...algun tiempo... que mantengo una Vendetta personal y, tras verte en acción en innumerables batallas contra ellos (porque si, Claevian, te he estado observando) Me he dado cuenta de que tu serías un agente perfecto en mi particular cruzada. Con tu intelecto seguro que a estas alturas sabrás, sino quizás donde te encuentras, con quién estas hablando, verdad?
El Jerarca reflexionó durante unos instantes y una idea comenzó a formarse en su mente. Una figura mítica, salida de antiguas leyendas Eldar cuyo símbolo era la calavera negra y blanca. Una figura cuyo nombre se susurraba quedamente en los escritos que había capturado a seguidores del caos, siempre con miedo y terror. Y solo hay una cosa que el caos teme. Una deidad, una idea. La del caos por su propia naturaleza se vuelve contra si mismo, como una criatura que, muriendo de inanición, empieza a intentar morderse su propio rabo. Él es el lugar donde el círculo de destrucción se cierra y el mal se vuelve contra si mismo. El nombre es Malal. El quinto Dios del Caos. Pero antes de que pudiera exteriorizár su pensamiento, el ente se levantó rápidamente de su asiento y gritó victorioso
-¡¡Exacto!! Sabia que no me decepcionarias, Eldar Oscuro. Yo soy Malal, dios desterrado -dijo mientras hacía una leve reverencia- Soy el dios del oprimido que se levanta contra su opresor, del pobre que mira con envidia al rico. Yo soy el blanco y yo soy el negro, yo soy el mayor y único temor de los cuatro dioses, que se creen intocables mientras se jactan en sus tronos con un poder que nunca debió de ser suyo.
Verás, mi querido Claevian- dijo levantandolo y agarrandolo del hombro como si fuera un viejo amigo, mientras se alejaban de ese lugar a una velocidad mucho mas rápida de la que caminaban. - Este universo esta podrido. Podrido hasta la médula. Infectado por esos cuatro bastardos egoistas. Mi meta? Ocupar su lugar como dios único del Caos. Meta que llevo persiguiendo siempre y nunca, y que perseguiré para toda la eternidad si es necesario. Verás, el error de todo esto es el siguiente -Dijo parando de andar y mirando a Claevian directamente a los ojos. El templo a su alrededor habia desaparecido, y ambos se encontraban parados enmedio de la nada. El suelo era completamente negro, y se extendía todo lo que los ojos podian ver, pero desde el horizonte todo era absolutamente blanco- A mis "hermanos" siempre se les ha combatido con el bien, ¡JA! ¿te lo puedes creer? ha habido bien de todas las formas, desde su forma mas pura hasta la mas sucia y arrastrada ideologia que luche en nombre de lo que ellos consideran el "bien". Yo no lucho para el bien, claevian. Yo lucho porque luchar es para lo que existo, mi meta es para lo que existo, y esa meta es destruirlos, reducirlos a polvo, no me importa la forma y el motivo. Siempre se ha combatido el mal con el bien, Claevian, ¡y eso es un error! el mal debe combatirse... con otra clase de mal. Y ahí es donde entramos tu y yo. Ven, dejame que te lo muestre.
Tras un chasquido de los dedos de Malal, Fueron a parar a lo que parecía otro templo, distinto al que habían estado hasta ahora. Este no estaba vacio, sino que había un bullir de criaturas hacia un lado y hacia otro. Estas criaturas eran lo mas extraño que el Jerarca habia visto en su vida, y eso es decir mucho dada que su residencia se hallaba en la telaraña, donde las criaturas como las quimeras o las bestias garrápodas estan a la orden del dia, y había luchado con practicamente todos los enemigos que la galaxia le tenia reservados, desde los anfibios Squals hasta las bestias tiránidas mas colosales pasando por demonios de todos los panteones o los misteriosos necrones en un olvidado mundo tumba. Pero estas criaturas... por brazos poseian dos apéndices articulados parecidos a guadañas, afilados como cuchillos. Su cabeza pareciá la de algun tipo de ave, pero era alargada, huesuda y poseía unos dientes afilados con muy mal aspecto. Su largo cuello conectaba con el torso encajado entre dos formaciones parecidas a clavículas, éste era retorcido y estaba dificilmente unido a una cadera estrecha, de donde partian dos apendices inferiores, análogos a piernas, pero que por su anatomía les hacian andar de una forma espeluznante y decrépita, el pecho de la criatura quedaba paralelo al suelo, aunque la cabeza quedaba en una posición tal que miraba al frente. Emitian sonidos secos parecidos a la madera al romperse y Su espina dorsal estaba desencajada de su sitio, desplazada hacia afuera de manera que hacía una especia de dientes de sierra.
-Espero que mis demonios menores no te molesten- dijo el dios del caos con una mezcla de orgullo y amabilidad- ¡Idos de aqui! ¡tenemos un invitado!
Los demonios miraron en la dirección de su maestro, y de forma rápida y poco organizada desparecieron emitiendo crujidos, tragados por el impecablemente blanco suelo. Una vez que los demonios se hubieron ido, claevian pudo ver claramente el sitio donde se encontraban. La única ornamentación era un estilizado craneo blánco y negro en el techo de la estancia, el cual, depende como se miraba, aparecia sonriendo benevolentemente o cruelmente. Pero eso no es lo que atrapó la atención de Claevian, sino una estrella, similar a las del caos, pero de cuatro puntas en vez de 8. Esta estrella señalaba cuatro pequeños panteones en cada una de las cuatro puntas de la cuadrada estancia. Sobre cada una de las cuatro entradas había uno de los símbolos del caos.
Malal, con el orgullo de un anfitrión cuando enseña su mansión a un importante huésped lo acompañó a la primera de las estancias, la marcada con el símbolo de Khorne. En ella se hallaba un Devorador de Almas, clavado a una pared con cada uno de sus miembros atravesados por grandes estacas de metal, por la cual corría energia mágica para hacer que permaneciese siempre debilitado. Estaba en un estado lamentable, sus alas rotas, asi como las membranas de las mismas.
El segundo panteón, con el símbolo de Tzeentch, contenía a un señor de la Transformación desplumado y encerrado en una jaula como un ave horrorosa y desproporcionada. La jaula había sido aislada totalmente de la disformidad. Cuando vió la figura de Malal, tembló aterrado en un rincón de la jaula, abriendo y cerrando futilmente el pico, lo que descubrió que su lengua había sido arrancada de su boca.
El tercero contenía a Una Gran inmundicia. Cada herida sanada y cada pústula cicatrizada. La criatura presentaba un saludable color rosado y en la habitación se olían los más exquisitos aromas que uno puede imaginar. Ante esta situación la gran inmundicia se veía reducida a un gimoteante estado de autocompasón, intentando automutilarse para provocarse algún tipo de infección, pero todos sus esfuerzos eran en vano.
- He dejado el mejor para el final- Dijo Malal, enorgullecido por su obra. Ya que eres Eldar estoy seguro que disfrutarás particularmente con este último.
En el cuarto Panteón se encontraba, suspendido enmedio del aire, un guardian de los secretos de Slaanesh. Su rostro mostraba unas cuencas vacias sin ojos, y se hallaba en un campo de fuerza que lo aislaba totalmente del exterior. No podia oír, ver, saborear, oler o palpar nada. le habían privado totalmente del único objetivo de todo demonio del Principe Negro. Le habian privado de sus sentidos. Y eso era la peor tortura a la que se le podia someter.
- Con esto intento explicarte lo que afirmé antes, Claevian, dijo sin quitar sus brillantes ojos negros de la criatura que, atada y mas allá de toda locura, gimoteaba suspendida en el aire- ¿que somos si se nos priva de un objetivo? nada. Necesitamos un objetivo Claevian. Todos. Incluso vosotros, los arrogantes y sádicos Eldar Oscuros necesitais vuestros excesos para sobrevivir, porque sin ellos estais peor que muertos. A mi se me esta privando de mi objetivo, Claevian - Dijo mirandolo - En realidad no estoy mucho mejor que estos monstruos llorosos y patéticos. Todos mis otros campeones no tienen la dedicación necesaria y acaban olvidando su objetivo en pos del poder que les concedo, lo que hace que poco a poco pierdan su alma. Y encima me culpan a mi. - afirmó mientras movía la cabeza a ambos lados- Necesito un campeón, un campeón que me ayude en esta cruzada, un campeón que odie a esta escoria como los odio yo, y que porte mi misión a lo largo de toda la galaxia. Y te he escogido a ti como este campeón, Claevian Serindë. Los Eldar Oscuros. La única raza capaz de odiar al caos tanto como yo. Y usar métodos que no usaría nadie. Como ya te he dicho, la única manera de combatir el mal es con otro mal distinto. Tu eres ese mal, Claevian. Tengo una misión para ti. En tus manos esta aceptarla o rechazarla.
Si la rechazas, volverás a la superficie de ese mundo y moriras, tu alma será devorada por el ente que llamais La Sedienta y tu existencia nunca se recordará.
Si la aceptas, también te despertarás en aquel planeta. He engañado a Slaanesh de modo que ya no reclamará tu alma. Tu estancia aquí la recordarás como un mero sueño. Alli encontrarás un portal que te llevará de vuelta a Commorragh. Con tu habilidad e ingenio no te será dificil levantar una de esas organizaciones que llamais "cábalas". Nunca digas a nadie tus motivos originales, ni siquiera a tus mas allegados. Llegado el momento te mandaré un artefacto que te permitirá comunicarte conmigo, y te daré mas instrucciones. Hasta entonces estarás solo.
Malal entonces se alejó caminando de él, sus ominosos pasos resonando en la estancia y cuando estuvo a una distancia considerable se volvió hacia él y cambió de forma a aquel ser que fué la primera vez que el Jerarca lo vió en el templo. Y con su aterradora voz, producto de 100 gargantas distintas hablando a la vez dijo;
-Pero recuerda, si me fallas y te desvias de tu objetivo, como muchos otros antes que tu, me tomaré el placer personal de ser yo quien devore tu alma. ¡No lo olvides!
Estas últimas palabras resonaron en la cabeza de Claevian, y todo alrededor de él se volvió negro. Empezó a notar una notable dificultad al respirar y abrió los ojos. Seguía en aquel planeta, y la protección torácica de su armadura de íncubo lo asfixiaba. De un tirón se desprendió de ella. Estaba cubiera de sangre, sin embargo, en su pecho no había signo de herida alguna. Miró a su alrededor. La batalla hacía mucho que había acabado, al menos en aquel valle. A unos metros de su posición, un portal a la telaraña se hallaba abierto, con su campo de energia verde esmeralda chisporroteando a su alrededor. Claevian Serindë avanzó hacia él como un ser nuevo. Un ser con un objetivo por cumplir.